Hay días en los que no quieres saber del mundo, porque todo lo ves absurdo. Y tienes razón. Todo lo es.
Hay otros en los que te lo comes, al mundo, porque a todo le ves sentido. Y tienes razón. Todo lo tiene.
Y hay otros, más escasos, en los que te das cuenta de las dos verdades al mismo tiempo, aunque sea un ramalazo de segundo en el que comprendes que la vida es eso, un absurdo al que le podemos encontrar una trama entretenida para disfrutarlo, dándole forma, proyectando metas, avanzando riesgos.
Cuando uno entra en esos territorios de lucidez la mejor armadura que se encuentra es la de no tomarse las cosas demasiado en serio. La vida es un juego tan soleado como tenebroso en el que estamos obligados a participar.
No vale esconderse ni hay libro de reclamaciones.
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