Muchas veces es cuestión de disposición.
De querer ver los defectos o las virtudes.
A mí me salva que tiendo a buscar lo bueno de las cosas, sin por ello asumir que nada sea perfecto, porque entiendo que hay una parte importante en nosotros a la hora de construir el relato de lo que nos rodea. Tal vez la parte más crucial, el intérprete que pone palabras a los hechos está en nuestra cabeza.
Todo pasa por el tamiz de nuestro cerebro, nada llega a nosotros que no sea a través de él. Lo que vemos, lo que sentimos, lo que tocamos. Y es ahí, en nuestra computadora central, donde elaboramos la síntesis de todo lo percibido y nos lo contamos, con palabras. Sí, no sabemos pensar si no es con nuestro lenguaje. Es por eso que es tan importante que incorporemos un filtro inteligente que nos ayude a vivir mejor, un filtro que potencie los colores que nos agradan y matice los que nos disgustan.
Yo puedo ver una magnífica catedral y fijarme en la lata que está tirada en el suelo, en la caca del perro que no han recogido o deleitarme con el espléndido rosetón de su fachada principal.
No hay mundos perfectos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario