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miércoles, diciembre 22, 2021

Palmera

Hay una confitería en Sevilla que, afortunadamente, está lejos de casa.

Ha habido días, confieso, en que me he pegado un buen paseo para hacerme con una de sus palmeras de chocolate.

Me cuido, me cuido mucho. Tengo, además, a la mejor nutricionista en la propia familia, mi hermana Mónica.

Toma más gelatina, no abuses de los hidratos, no cenes tanto...

Pero, de higos a brevas, me paso por Triana a por mi palmera de chocolate. 

Como las que me comía cada tarde al salir del cole. Ese momento de felicidad suprema de sentarme frente al televisor en la mesa-camilla y abrir el papel para hincarle el diente. Mis hermanos me lo recuerdan con cierto coraje. Ese momento en que yo venía de la panadería con mi pastel y me lo tomaba delante de ellos. ¡Con tantas ganas que se me salían los ojos!

Tanto tiempo después me gusta jugar a ser ese niño. Me pego la caminata y guardo la palmera a buen recaudo para el desayuno del día siguiente.

Esa noche duermo como un angelito. Me abrazo a la almohada y miro de reojo el reloj, sin poder aguantar a que llegue el amanecer.

A veces es bueno cuidar al niño que hay en ti.

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