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sábado, diciembre 04, 2021

Abrazo

No hubo ni habrá otro abrazo igual.

Ya había pasado las pruebas psicotécnicas, de idiomas y varias entrevistas. Sólo quedaba que sonara el teléfono.

La carrera había sido larguísima, sobre todo en sus comienzos. Mi primer día de clase fue a la semana siguiente de enterrar a mi madre y todas mis buenas calificaciones en el bachillerato se diluían por mi incapacidad de concentrarme en los estudios.

Conseguí recomponerme y obtener mi licenciatura como ingeniero industrial años después. 

Fue al primer empleo que opté justo tras entregar el proyecto final. Toda una multinacional como Renault, en mi propia ciudad, y el mundo entero por delante.

El teléfono sonó y lo cogió mi padre.

—Creo que son ellos —me dijo, mientras me pasaba la llamada.

Quedó, de pie, a mi lado.

Me citan para el reconocimiento médico, papá.

Fue entonces cuando se agarró a mí, con todo el amor de un padre orgulloso, como nunca me había abrazado hasta entonces. Me emocionó su emoción. En ese abrazo había un relevo, me daba la vez, me transfería la responsabilidad, me confirmaba como el hombre que apenas había empezado a ser.

A veces la épica no hay que buscarla en lejanos campos de batalla, sino en la vida que supimos construir.

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