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sábado, diciembre 18, 2021

Hostelería

Yo no podría trabajar en la hostelería nada más que por no aguantar a tanto amargado.

A sabiendas de que la mayoría de la gente sale a tomar una tapa por pasar un buen rato, hay unos pocos, siempre, que rozan la falta de respeto al camarero, recepcionista o empleado de turno.

A mí me da vergüenza ajena la falta de tacto de aquéllos que aún creen en los tiempos de la servidumbre, que no saben mirar a los ojos a quien te atiende ni se preocupan por mostrarse agradables en el trato.

Es cierto que amor con amor se paga. Se suele pagar. Que hay determinados profesionales de una brillantez tan extrema que incluso el aguafiestas se las tiene que ver para ponerles una pega o hacerles un mal gesto.

Pero también hay que respetar a quien no es un dechado de simpatía, al que tiene el día malo, a quien no llega a todos sitios, al que es normalito en todo.

Trabajan para hacernos más amables nuestros tiempos de liberación. Sólo por eso, deberíamos tratarlos con toda la delicadeza que se merecen.

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