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jueves, diciembre 23, 2021

Confianza

Hace cinco años una persona, muy querida por entonces, comenzó a huir de mí.

Cuando la invitaba a casa tenía un viaje, si salíamos por su barrio, ya había quedado, cuando organizaba un evento respondía una vez que éste se había celebrado. Todo parecía natural porque siempre llevó una vida muy intensa.

Sin embargo, el tiempo pasaba y algo no cuadraba. ¿Por qué me rehuía?

Los años de confinamiento le impedían decirme que andaba fuera de Sevilla. Así que insistí durante esos meses, hasta que quedamos para tomar un café.

-No me pagaste un billete de avión -me dijo, ante mi estupor.

Yo volví cinco años atrás, recordaba el viaje. Busqué en mi cuentas bancarias, sus emails, los wasaps. Cierto. No le hice la transferencia. Insistía en que me lo había escrito varias veces, pero todo estaba registrado. Me pasó el número de cuenta y a mí se me pasó. Nunca volvió a recordármelo. Por esos días mi padre estaba gravemente enfermo y se me pasó.

Se me pasó. No puedo fustigarme ni maldecirme. Se me pasó.

Inmediatamente le pagué el dinero del billete, pero lamenté amargamente que hubiera tenido ese concepto de mí durante tanto tiempo. De un tacaño aprovechado. Me acusó y sentenció sin darme la oportunidad del olvido. Frustró una amistad de diez años por no decirme, 'Salva, no me hiciste la transferencia'.

La deuda está saldada, pero ya no puedo confiar en quien desconfía tan gravemente de mí.

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