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lunes, diciembre 20, 2021

Nochebuena

Llegábamos por paquetes a casa de mi abuela. 

Los Navarro, Los Funes, Los Mora, Los Villanueva... Cada familia con su estilo personal, porque ya desde pequeño se nos va diferenciando. Y nos soltaban ahí, tras darle besos a la abuela, a los tíos y explicar cómo nos iba en el colegio a cada uno.

Nos uníamos más o menos por edades, aunque todos éramos tan pequeños que las distancias, vistas desde hoy, se antojan invisibles. Nos repartíamos por las habitaciones, sorteábamos la timidez primera de niños que no se veían a menudo y el más avispado preparaba juegos, organizaba teatrillos o ideaba trastadas. Yo me limitaba a no destacar.

El jolgorio se acallaba un poco cuando alguien gritaba:

¡El discurso del Rey!

Los niños seguíamos a lo nuestro y en cuanto nos descuidábamos ya los padres andaban contentos de alcohol y comenzaban los achuchones, los chistes y las bromas hacia la gran jefa.

Qué cortito está esto de comer, abuela.

Se reían, atiborrados de jamón y langostinos. 

Yo recuerdo esconderme entre las cortinas. Había un pasadizo estrecho entre los grandes ventanales y el salón, en el que yo me metía cuando ya no tenía ganas de fiesta. Era chulo escuchar desde allí las risas de los mayores, que se veían tan raros y lejanos. Me sorprendían los temas de los que hablaban, algunos me asustaban, otros los intentaba memorizar para luego preguntar a mi madre... 

Y me planteaba, con cierto vértigo, qué sería de mí cuando yo fuera como ellos.


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