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domingo, diciembre 26, 2021

La tele

Hay días en que me apetece escribir de mis padres y llorar.

Ese llanto sano de homenaje en el que pones letra a tantos recuerdos almacenados, que pululan en un bucle continuo, para aparecer en instantes inesperados.

Escribir de ellos es escribir del universo, porque fueron ellos, y su decisión de ser padres, los que me pusieron aquí. Sin preguntar. Son ellos los culpables de que los añore, porque existo gracias a su voluntad. De tenerme y de quererme.

Yo moriré sin dar vida, hay una cadena que acaba en mí. Nadie podrá reprocharme haberle metido en este lío del vivir, como nadie podrá agradecerme haberlo hecho.

Soy un cachito de ellos, soy su memoria, sus genes, su amor. La magia de la existencia humana. 

Algunas noches sueño con seguir acostándome en la parte alta de mi litera, en la habitación del fondo, junto a la cocina, donde cierro los ojos y hago, entonces, que escucho la tele de fondo, que suena lejana desde el salón. Se acaba la película y viene el silencio. Ya noto los pasos. Entran en la habitación de mis hermanas, van apagando luces. Me hago el dormido, intento que no se note que trago saliva, hasta que llega el beso de mi madre, que me tapa y me acurruca.

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