Si no sabe traducir al lenguaje de los profanos sus conocimientos, será alguien brillante en lo suyo, pero le faltará el halo mágico que da la sabiduría.
Yo muero cuando alguien me aclara con cuatro frases la más compleja de las teorías.
La sabiduría, entendida en su acepción más autentica, tiene un componente ético que se alimenta de la bondad, del querer compartir, del enseñar.
Recuerdo a dos profesores, uno de Filosofía en COU, otro de Regulación Automática en Ingenieros, que me provocaban un orgasmo cerebral al desbrozar sus lecciones, me llevaban a momentos de un profundo placer al comprender, aunque fuera por décimas de segundo, la grandeza del pensamiento humano.
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