La noche de ayer estaba perfecta, en la azotea del Unuk, el día había sido intenso para los dos. Queríamos regalarnos una cena fuera del mundo. Yo, estrenando camisa, y Fran, tan guapo como siempre.
—¿De dónde sois?
El matrimonio, en la sesentena, tomando un vino blanco en la mesa de al lado, respondió al unísono.
—De Liverpool.
Venían de recorrer media España y nos hablaban con entusiasmo de su visita al Alcázar y la Catedral. Nos enseñaban fotos para pedir aclaraciones acerca de lo que habían visto, mientras yo les animaba a que me hablaran de Liverpool, del Brexit, de sus viajes.
—Ahora nos vamos a Lanzarote —nos dijo ella—. Tenemos casa allí.
—¡Qué vida más maravillosa! —exclamé.
—Sí, pero tras toda una vida de duro trabajo.
Lo repitieron muchas veces. Una vida de duro trabajo. Se interesaron por nosotros, insistiendo en que no querían molestar, que cenáramos tranquilos. Se pidieron unas copas más para alargar la velada.
—Yo estoy en la gloria hablando con ustedes —les aseguré, de corazón—. Admiro vuestras ganas de vivir —les dije.
Entonces, ella me mencionó a John Lenon, uno de esos Beatles nacidos en su ciudad.
—'La vida no es un ensayo', decía él.
Le brillaban los ojos. Sí. Esa es la clave. Y vi que la tenía guardada en su interior en cuando me ofrecieron la mesa para sentarme y vi su sonrisa.
La vida está aquí, ahora, ya.
Hablar con el corazón con gente que nunca más volverás a ver es un ejercicio sanísimo.
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