Eran cuatro amigos inseparables, una pequeña pandilla formada por dos matrimonios.
Pedro e Isa más conservadores, mis padres más liberales, en épocas en las que la religión o la política no desunían como ahora, nos veíamos las dos familias todos los domingos desde que yo tengo recuerdo.
Fueron teniendo los hijos de forma acompasada. Así, cada una de sus cuatro hijas tenía su equivalente en edad en alguno de nosotros cuatro. Ellas, las niñas, tenían una denominación que las abarcaba, 'las amigas'. Aun hoy en día, cuando entre mis hermanos decimos 'las amigas' sabemos que hablamos de las hijas de Pedro e Isa.
De orígenes catalanes, ya en las fotos en blanco y negro, de estudiantes, aparecen juntos. Las películas de super-8 de nuestra infancia están llenas de ellos. De bautizos, primeras comuniones y cervezas en el bar Avelino.
La muerte tan temprana de mi madre dejó cojo al cuarteto cuando aún eran muy jóvenes, pero mi padre mantuvo toda su vida los domingos al lado del matrimonio. Tras largas enfermedades, pero con una vida bien disfrutada, se fueron ellos dos, los amigos, con pocos años de diferencia.
Ayer, nada más aparcar el coche tras mi fin de semana en Mijas, me encontré con un mensaje de Belén, la pequeña:
'Hola Borete, mamá ha fallecido esta tarde. No ha sufrido nada, dormía la siesta'.
Un golpetazo de tristeza me sacudió.
Con Isa, cariñosa, se nos van los arroces del fin de semana, sus achuchones, los domingos en su casa viendo la Casa de la Pradera, la infancia imborrable de mediodías azules.
Ya se fueron los cuatro amigos...
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