Hace poco, me envió un mensaje y se lo agradecí.
—Un placer que te gusten mis textos.
—¿Qué textos? —me respondió—. Pensé que eras pintor.
Se me vino el ánimo abajo. Tantos años de 'me gustas' y ni siquiera sabía que tras cada una de esas pinturas había una reflexión.
Sorprendido por mi pequeña decepción, se comprometió a leer alguna de mis novelas.
—Así tendré distracción en el hospital —me dijo.
—¿Qué hospital? —Pregunté.
—Se ve que tú tampoco me lees a mí.
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