No voy a hacerlo, porque soy muy de querer y muy poco de molestar, pero el hecho en sí de saberlo me provoca tremendo bienestar, que diría un cubano.
De entre los grandes regalos que nos han ofrecido las redes sociales está en un lugar privilegiado el de romper fronteras. Esa íntima sensación de tener tanta gente tan cerca, pese a los kilómetros de más.
Hemos aprendido a romper prejuicios, a apreciar a gentes de otras tierras, a comprobar lo muy iguales que somos en lo esencial.
Descubrirnos esa verdad tan evidente ya es motivo más que válido para dar un aprobado a esta nueva forma de comunicación.
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