domingo, junio 27, 2021
Cumpleaños
Incaico
viernes, junio 25, 2021
Proponer
jueves, junio 24, 2021
Fiesta
Manualidades
miércoles, junio 23, 2021
Estupidez
martes, junio 22, 2021
Terraza
lunes, junio 21, 2021
Catalán
domingo, junio 20, 2021
Reencuentro
Fallar
sábado, junio 19, 2021
Nutrición
Salir a comer con mi hermana Mónica es divertidísimo, porque se unen sus pasionales explicaciones sobre la alimentación con su incontrolable expresividad cómica.
Hay veces en que, al pedir un plato, no hay que verle más que sus ojos bien abiertos para saber que estás metiendo la pata.
—¡¿Ahora vas a darle un sorbo al agua?! —le gritó el otro día a Fran, que se quedó con el vaso en la boca—. Aguanta unos minutos sin beber o vas a revolucionar tus jugos gástricos.
Te explica con gestos exagerados lo que no hay que mezclar, lo que nunca debes comer, de lo que no hay que abusar. Te invita con devoción a que pruebes nuevas alternativas, a construirte nuevos hábitos.
—Pero sin obsesiones —se dice ella en voz alta.
Lo cierto es que nos ha educado a comer bien, a pesar de que cuando miramos la carta en los restaurantes no pedimos nada sin mirarla de reojo.
—Vas a vivir eterna —le dice mi hermana Raquel.
Como Sofía Loren, a la que una vez le preguntaron cuál era su truco para conservarse tan bien a su edad.
—Sólo hay uno —respondía, con rotundidad, la italiana—. No comer berenjenas por la noche.
Ministro
Mi sobrino Iván, con su mayoría de edad recién estrenada, ya tiene la agenda de un ministro.
Atrás quedan los años en que recorría con nosotros todos los pueblos de Cádiz en verano o los días que se venía a dormir a casa.
La ruptura vino de forma natural, cuando se echó novia, ese período maravilloso en que ya te ves un ser independiente en que crees poder con todo. Aunque el noviazgo ya quedó atrás, su vida comenzó a integrar a sus amigos como seres imprescindibles. Habla mucho y bien de ellos, lo que me confirma su nobleza.
Así que para organizar un fin de semana con él tenemos casi que rellenar un formulario con semanas de antelación y siempre abriendo la puerta, gustosos, a que se una cualquiera de sus amigos.
La semana pasada se vino unos días a Portugal con su inseparable Ale, una de esas personas con las que sueñas que esté a su lado toda su vida, porque es un joven tremendamente bueno.
Se pasan las horas juntos sin dejar de charlar.
—¿De qué hablarán? —se pregunta siempre su madre—. No se les acaban los temas de conversación.
Fran aún no conocía personalmente a Ale, así que le preguntó, mientras almorzábamos en un chiringuito del Algarve:
—¿Tú tienes hermanos, Ale?
Él es hijo único, como Iván, así que negó con la cabeza, mientras Iván se adelantaba en la respuesta.
—Sí. Su hermano soy yo.
viernes, junio 18, 2021
Tabarra
miércoles, junio 16, 2021
Nudos
domingo, junio 13, 2021
Amor propio
miércoles, junio 09, 2021
Ofendiditos
lunes, junio 07, 2021
300 hilos
domingo, junio 06, 2021
Mujer
Desagradable
Romano
Íbamos a celebrar una despedida de soltero, hacía una noche espléndida y estábamos citados en un chalé a las afueras de Sevilla. Piscina, césped, música, buena comida, cócteles. Un plan ideal.
Salvo que había que ir vestido de romano. Odio los disfraces.
Tengo tal sentido del pudor que suelo rechazar acudir a ese tipo de fiestas, así que dudé hasta el último momento antes de decidir plantarme allí.
Pero tenía apenas una hora para encontrar un disfraz de romano. Tomé unas sandalias de cuero que tenía de tiempos de la polka y una sábana del armario. Encontré una cuerda con la que me pude medio atar el supuesto traje.
Allí aparecí y me lo pasé en grande, hasta que una chica se sentó a mi lado, al borde de la piscina.
—Se te está enrollando el traje —me dijo al oído.
Qué horror, con tanta cerveza no me había dado cuenta de que estaba medio en pelotas. El hombre pudoroso.
Agarró un trozo de mi vestido romano y me enseñó una de las esquinas, con el elástico haciendo de las suyas.
—Podías haber cogido una sábana que no fuese la bajera.
sábado, junio 05, 2021
Malmeter
Malmeter es un verbo atropellado, que suena tan mal como lo que representa.
Aunque siempre ha existido, vivimos en tiempos en que el anonimato de Internet facilita que muchos se pongan la máscara para, envalentonados por su cobardía, azucen a los demás a partir de relatos inventados.
¿Qué demonio habitará en la gente que se parapeta tras su ordenador para incendiar las redes?
Escupen sacos y culebras, falsifican vídeos, deforman informaciones, inventan realidades paralelas para acusar al inmigrante, a la mujer, al negro, al científico, al periodista. Todo vale.
Son pirómanos que se recrean en su maldad viendo arder el bosque y se ufanan para sus adentros de guardar el mechero en su cajón.
Desde siempre el hombre ha debido convivir con la maldad, a la que ha tenido que acorralar legislando límites asumibles entre el bien y el mal. Las hienas, sin embargo, van buscando recovecos por dónde meterse, con el corazón acelerado, para ver dónde es posible hacer daño, quién está desprotegido, de quién se van a reír esta vez.
Destrozan la palabra libertad.
jueves, junio 03, 2021
Equipo
miércoles, junio 02, 2021
Rey
Eran otros tiempos.
Mi padre había alquilado un apartamento, en nuestra playa de siempre, el verano siguiente a la muerte de mi madre. Mis hermanas ya hacían vida independiente, así que allí compartimos esos meses los tres hombres de la casa, aunque entre semana mi padre se fuese a trabajar a Sevilla y sólo estuviésemos mi hermano David y yo.
Yo, con 19 años, estudiaba las dos asignaturas que había suspendido en mi primer año en la universidad. Mi hermano, con 16, estaba todo el día en la playa con su pandilla.
Una noche, mientras veía la tele tirado en el sofá, llamó un amigo de mi hermano a la puerta.
—Los tienen en el cuartelillo.
De puro gamberreo, los chavales habían roto unos cristales en una obra abandonada y pedían que algún adulto fuera a recogerlos. Allí me presenté yo, sin querer llamar a mi padre ni asustarme yo mismo.
Tras reñir a mi hermano y pedir explicaciones por la forma en que les hablaban, uno de los policías se me encaró como si yo fuera un delincuente. Cuando me di cuenta se había abalanzado sobre mí y me había roto la camiseta.
David, con todo el amor fraterno, apartó a ese hombre con furia con una fuerza que no sé de dónde sacó.
—¡A mi hermano no lo toca ni el Rey!
Nunca nadie me defendió mejor.
Pequeñito
Lo grande que es el mundo se comprende cuando tu mundo se para.
Mientras estás bien en tu piel, tu caminar transcurre paralelo al de los demás. Estás en el sistema. Con más o menos armonía, todo fluye. Eres un individuo más del grupo y eso te hace sentir, sin tú saberlo, calentito.
Cuando llegan mal dadas es cuando te das cuenta de tu pequeñez, porque todo continúa girando como si no pasara nada. La gente sigue preocupándose por llegar a tiempo al trabajo, por recoger al crío del colegio, por preparar la comida, por terminar de ver una serie de Netflix. Por esos kilos de más.
Es un terror que se une al que te dejó paralizado. Acabas de perder a alguien, te acaban de informar de una enfermedad grave, te has quedado sin empleo o se ha terminado tu historia de amor.
A la tragedia personal se une la asunción amarga de lo chiquitillo que eres, de cómo la rueda sigue, siempre, girando.
Es por eso que es bueno parar las máquinas de vez en cuando. Desconectar. Ejercitar el sano ejercicio de sentirte solo con tus propios vacíos. Hacerlo cuando estás bien, sudar esa soledad, sentir ese frío, tensar los músculos y aprender a respirar en la oscuridad. Tener el cuerpo preparado.
La vida nos pondrá a prueba, ejercitemos el escudo frente al terror. Sabremos, entonces, encontrar la salida.