Atravesando en barco el Tirreno, entre Amalfi y Cetara, decidimos comprar los ingredientes para una tortilla. Teníamos una casa en Ravello que queríamos disfrutar.
Ese vinito de pueblo, mientras se freían con calma las patatas, escuchando las risas de Elisa, viendo a Fran preparar la mesa, va a ser un lugar al que volveré muchas veces cuando la vida se tuerza.
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