Cuando nací a la sexualidad, sintiéndome diferente, busqué todas las herramientas que un crío inteligente puede encontrar para renegar de la propia naturaleza, por temor a defraudar, sobre todo, a los padres.
Así que, durante mucho tiempo, utilicé la imagen de ese gañán mostrando sus genitales para hacerme con la sensación de asco a lo masculino.
Era mi propia autoterapia de conversión. La más cruel, la que aún deja una estela, la que envenena los propios deseos.
Hay quienes votan a partidos que quieren instaurar esa tortura para jóvenes de familias bien, que ya sufren con terror el no ser como sus padres hubieran querido que fuesen.
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