Analizamos las similitudes con el Cristo velado de Nápoles que habíamos admirado el día antes.
—Mira la posición de la mano izquierda, mira los dos cojines donde apoya la cabeza —me decía Elisa—. Es el mismo simbolismo.
—Y la corona de espinas, colocada a sus pies -añadió Fran.
Entonces giré la mirada para ver los pies y me topé con un angelito a un palmo de mi nariz.
Mi grito de horror y el salto hacia atrás rompieron toda la magia.
Esculpían para asustar.
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