—A mí no me molestas nunca.
Es un recurso al que suelo acudir cuando alguien me interrumpe en el trabajo. Una manera elegante de evitar las disculpas e ir al grano de lo que se me quiera consultar.
A la gente que no me conoce suele descolocarle, pero está dicho con espíritu sincero, cuando llegan a mí con la manida frase de 'perdona que te moleste, Salva'.
Cuando uno trabaja en equipo debe comprender que la solidaridad es una de las bases de una empresa, sea del tamaño que sea.
Lo preocupante es cuando el aguafiestas que me tiene hasta el gorro viene de nuevo a mí.
—Salva, disculpa si te incordio una vez más.
—¿Qué (diantres) quieres?
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