A día de hoy veo las mismas caras, más disimuladas, en mis amigos a la hora de llegar al postre. Sé retener mi copa de vino y reservar el último sorbo para disfrutar de la tarta de queso o el tiramisú, en esos momentos finales del convite en el que ya nadie se atreve a proponer otra botella.
Miran de reojo mi copa y se dicen 'qué coraje'.
Soy especialista en estirar el placer hasta el final.
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