Esta semana he trabajado en un Marruecos que hierve por la movilización juvenil contra un estado que sienten lejano.
Sé de primera mano lo que gana un joven en la industria, en torno a los 300 euros al mes. Sé, porque acabo de llegar de allí, que los precios no tienen piedad con esos sueldos.
Sin embargo, es un país que crece y puedo decir, porque también me consta, que los cuadros directivos marroquíes de empresas como la mía cobran 4000 euros mensuales.
¿Cómo es posible tanta desigualdad?
Soy un enamorado de esa tierra, un lugar que tiene todo lo necesario para progresar: recursos naturales, mucha gente joven, infraestructuras en crecimiento, un clima maravilloso y una ciudadanía acogedora.
Lo dicen en las manifestaciones juveniles: '¡No queremos estudiar para emigrar!'.
Ojalá la comunidad internacional los ayude a liberarse de ese régimen feudal que les obliga a mirar el horizonte desde la orilla.
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