Allí estábamos nosotros, con mascarillas, visitando la Sevilla literaria, la de la Expo del 29, los Alcázares, la Catedral, el Museo de Bellas Artes, el barrio de la Macarena, el de San Lorenzo... cada sábado una propuesta bien documentada, con el hombre desgañitándose tras la mascarilla.
La pandilla se iba haciendo cada vez más grande. Llamábamos a amigos que invitaban a otros amigos.
En uno de los primeros 'tours' apareció una mujer con voz radiofónica y alto nivel cultural. A mí me pareció insoportable. Lo sabía todo, lo preguntaba todo.
—No la soporto —le decía a Fran.
Un día me la encontré en una librería, sin mascarillas, de tú a tú. Descubrí en ella una chica encantadora y nos comprometimos a vernos más.
Hoy es una persona a la que necesito no dejar de ver.
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