Tuve ocasión de sincerarme con un compañero de trabajo con el que tengo mucha relación. Al hablarle de mi sexualidad, me dijo:
—Ya lo sabía.
No le pregunté por qué. Me daba igual. Simplemente quería ganarme el derecho a hablarle de Fran como él me habla de su mujer.
Pocas semanas después quiso compartir conmigo la forma en la que se enteró de todo.
—Tú respondiste a un correo que yo envié y en el que había mucha gente en copia —me dijo—. Uno de esos remitentes aprovechó para escribirme con este texto:
'¿Sabes que Salvador Navarro es maricón?'
Le pedí que me dijera quién había sido, lo busqué en el organigrama de la empresa, porque no lo conocía. Vi su foto. Leí su carrera profesional. Compadecí que fuera tan miserable, apagué el móvil y me fui a dormir.
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