A fin de cuentas, tener una nacionalidad es un invento político para organizarnos en rebaños, cuando hay infinitas cosas que nos unen con el resto de los mortales.
Con ese posicionamiento, que tengo tan trabajado en mí, no termino de sentirme extranjero en ninguna parte, porque todo lo que ha construido el ser humano es parte de mí, de mis ancestros, de mis coetáneos.
La última heredera de los Medici, sin descendientes, hizo firmar un contrato en el que otorgaba a todo ciudadano del mundo que quisiera visitar el Palacio de los Uffizi, el derecho de hacerlo.
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