Cenábamos en Valladolid y se lo dije.
—Siempre refunfuñas cuando te encargan algo.
Mi compañero de trabajo me miró, sorprendido.
—Al final acabas resolviendo, pero pones la queja por delante.
—¿Así me ves?
Asentí.
Al día siguiente, yendo en taxi al trabajo, fue él quien me sorprendió.
—Salva, gracias por las palabras de ayer. Me hacen crecer.
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