Dejando a un lado ideologías, que todos tenemos, somos un país experto en tirarse los trastos a la cabeza, lleno de gente que reparte carnets de buenos y malos españoles.
Entre los que se quieren ir y los que pretenden que todos seamos iguales. nos encontramos encerrados en una paranoia que nos impide centrarnos en los verdaderos problemas de la ciudadanía.
Tenemos todo para ser ejemplares, medio mundo sueña con tomar un avión y plantarse aquí, en este lugar del mundo donde nos empeñamos en atizarnos.
No sé dónde está la solución, ni si la hay. Los rencores vienen de siglos atrás.
Tenemos que viajarnos más, que escucharnos mejor, que empatizar con el otro, entender que nadie tiene toda la razón, que ninguna tierra es maldita, ni ningún idioma es agresivo.
Debemos admirarnos más y señalarnos menos.
Si actuásemos con corazón, nadie querría echar a nadie, ni nadie se querría ir.
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