Llegó un momento de mi adolescencia en el que me provocaba ansiedad ir a reuniones familiares, donde mis tíos se repartían juego contando chistes, en los que uno de cada dos eran de mariquitas.
Yo reía como el que más para disimular el terror a ser descubierto.
Las estadísticas dicen que el índice de suicidios entre adolescentes gais es muy superior al resto de los chavales de su edad.
Ahora viene Alfonso Guerra a decirnos que no entiende que se vea mal contar chistes de homosexuales.
Me ofrezco voluntario para explicárselo.
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