Me llevo las horas en mi mundo y, cuando despierto de mis ensoñaciones, me imagino, desde fuera, enfadado.
Hay quien nace con una mirada luminosa, otros con una expresión triste, yo, si no se me conoce, parezco el estrangulador de Boston.
Así que, cuando me acuerdo, lanzo una sonrisa al aire, que me hace mucho bien.
Fran, cuando me pilla ensimismado, me lo dice.
—Voy a comprarte un kilo de naranjas para que las chupes y se te quite esa cara de cuerno.
Hace años fui a terapia con un psicólogo, un hombre fantástico, que me enseñó ciertas técnicas para crecer. Él me insistía.
—Salva, cuando sonríes, las células de tu cuerpo empiezan a bailar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario