Tenemos todo un código subterráneo del que nunca hemos hablado, pero que entendemos a la perfección.
Cuando él ve que yo me acelero, cuando creo que él se está aburriendo, cuando alguien mete la gamba. Pero, sobre todo, cuando queremos decirnos que nos queremos.
Tenemos esos asaltos de amor que materializamos por debajo de la mesa. Sí, hay mucho de aprendizaje, de autodefensa, de no querer que nadie mire con desprecio cómo dos hombres nos cogemos las manos.
Mejor, nos cogemos los pies.
No hay comentarios:
Publicar un comentario