Podemos olvidar un compromiso, fallar en una cita ineludible, decir cosas que no debemos, hacer lo contrario de lo que pregonamos. Todo eso forma parte de la naturaleza humana y sus contradicciones. De ahí que exista ese hermoso verbo que se llama disculpar. Disculparse y disculpar. Sin medias tintas ni excusas baratas.
Sí, metí la gamba, te critiqué, no fui donde dije que iba a ir ni actué como se me suponía. Lo siento.
Yo soy de perdonar deslices si no se me cuentan milongas.
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