Ese olor puro de otros tiempos en que el rocío del amanecer se junta a las rutinas familiares de antaño, para darte un golpetazo de melancolía.
Melancolía de la buena. Sanadora. No todo recuerdo lejano que nos aceche tenemos por qué no disfrutarlo, ni tampoco pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Aspirar ese aroma de patinillo fregado con lejía es saborear la vida, distinguir ese chaval que fui, disfrutar de ese hombre que hoy soy.
Oler el pasado es un privilegio de los vivos.
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