—¿Qué pueblo es ese?
—Carmona.
Veníamos de los campeonatos de España de remo en Mequinenza, yo tendría quince años y a través de la ventana del autobús pude ver entonces una señal que indicaba que Carmona estaba a 30 km.
Memoricé para siempre ese instante, la silueta del pueblo en la fértil vega sevillana y el cartel con la distancia, que desde entonces me sirvió como patrón de medida.
Casi siempre acierto cuando viajo. Miro al horizonte y digo, eso está a 10, a 40 o a 5 km, tan solo con comparar con ese imagen del parador de Carmona que vi en mi juventud.
La vida es igual. Conforme te enfrentas a situaciones concretas de alegría, de dolor, de rabia, empiezas a tener la medida de cómo de importante son las cosas que te irán pasando en el futuro.
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