Me daría un masaje diario. Cada día un tipo. Los pies, el craneo, la espalda, las piernas... Me encanta que me toquen, que suene música flojita, que huela a aromas calmantes, que no haga ni frío ni calor.
Es maravilloso sentir que te acarician el cuerpo, que cuidan de ti, aunque sea un rato y por dinero. Esa conexión con tu casa carnal es de los mayores disfrutes. Regalarle a tu propia naturaleza, que siempre tira de ti, un rato de atención.
En muchas ocasiones, durante esos masajes, el cuerpo conecta con la mente, como una puesta a cero para sincronizar lo que la mayoría de las veces va desemparejado.
Si yo fuera rico, me construiría una habitación llena de alfombras para que alguien, cada día, viniese a cuidar de mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario