La brillantez, por sí sola, se queda demasiadas veces en nada.
Tengo la suerte de haber nacido con una gran dosis de determinación, tanta que los días se me hacen cortos para todas las cosas que se me pasan por la cabeza y me hacen disfrutar. Que haya una parte de mí que se dedique al proceso creativo es un privilegio del que soy consciente, de ahí que me exija la mejora continua, el aprendizaje, experimentar, proponer, formarme, analizar lo que hace el otro, contemplar el mundo con los ojos de quien quiere encontrar la belleza, el sentido, la emoción.
De ahí que encadene mi trabajo en la empresa con cursos de edición, horas de escritura, actualización de contenidos, planificación de tareas, esquemas de proyectos nuevos.
A Fran lo tengo frito, porque convivir con una persona como yo casi que le obliga a estar alerta. Él, con negocio propio y amante de la decoración, llega a casa algunos días reventado. Me ve con mis cosas y me pregunta. Yo le explico lo que tengo previsto hacer antes y después de cenar y él me mira mal.
—No te soporto.
Si me lo dice con el morro demasiado fruncido, me lo llevo de cervezas.
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