Cuando empecé el bachillerato comprendí que mi futuro era complejo.
En edades tan tempranas ya hay que tomar decisiones que marcan. ¿Ciencias o Letras?
Mi vida es un constante sentimiento de ser un intruso. Elegí Ciencias porque me gustaban las Matemáticas, la Física, porque mis amigos la elegían y por esa presión soterrada de desprecio a lo humanístico. 'Con lo buen estudiante que eres', me decían. Eso sí, no terminaban la frase...
Mi dilema era que, por encima de todo, disfrutaba con la Literatura, el Arte, la Lengua, la Filosofía. Ganaba concursos de relatos, leía como si me fuera la vida en ello. Así que decidí hacer Ciencias, manteniendo la asignatura de Literatura.
¡Se podía!
Lo que ocurrió es que sólo yo eligió esa opción.
Yo era el bicho raro. El que decidió no hacer la confirmación en un colegio de curas, el que destrozó los horarios pidiendo Literatura en Ciencias.
Al llegar esas clases yo tenía que cambiar de aula. Me iba con los de Letras. Era como entrar en casa. Sus preocupaciones eran las mías, nos prestábamos libros, analizábamos el futuro. Yo me sentía más de allí.
Mis propias decisiones, las de un joven desnortado, me llevaron a estudiar Ingeniería, lo que me ha posibilitado una vida laboral exitosa y una estabilidad en lo económico.
Sin embargo, al volver del trabajo, no leo revistas de automóviles ni veo programas de televisión sobre avances tecnológicos.
Cuando llego a casa me dedico, rodeado de libros, a escribir textos tan inocentes como éste, para decirme a mí mismo que nunca me traicioné.
No hay comentarios:
Publicar un comentario