A mí todos los Rodolfos me caen mal.
Es una frase que puede ser estrictamente cierta, porque a los dos Rodolfos que conozcas no los soportes, pero es perversa de raíz. Porque se eleva a la categoría de verdad absoluta lo que es una verdad particular.
Ésa es la base del populismo.
Conoces a dos catalanes engreídos y ya elevas a un axioma que todos son así, te encuentras con un asturiano desagradable y ya no los puedes ni ver. De ahí que haya quien aproveche la nacionalidad de un atracador, el nivel social de un maltratador o la orientación sexual de un energúmeno para difundir mensajes que malmeten contra colectivos completos.
Nos bombardean con historias disparatadas para hacernos creer en mil complots retorcidos, con el único objetivo de que perdamos la fé en la humanidad y tiremos por la borda todos los derechos adquiridos.
¿A quién le interesa que eso ocurra?, te puedes preguntar.
A quienes ya tienen el poder y los privilegios. Ésos nos quieren asustados, desconfiados e insolidarios para que a nadie se le antoje comerse su pastel.
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