Algunas tan exageradas que dan que pensar acerca de la complejidad mental de quien la habita.
Yo una vez hice terapia. Más por ganas de conocerme que por tener un problema en concreto. Todos tenemos nuestras taras. Me apetecía enfrentarme a un desconocido que tuviera herramientas para analizar mi conducta, la forma en la que veo las cosas, los miedos que me atenazan, las ilusiones que me alientan al despertarme cada mañana.
Yo al terapeuta lo llevaría a la casa del paciente. Que se sentara en el sillón que este le propusiera y se dejara llevar por el entorno. Seguro que encontraría pistas más que suficientes para enfocar la conversación.
¿Qué hay en la cabeza de una persona que vive sin un espacio vacío en paredes llenas de cuadros, fotos, jarrones y reliquias? ¿Qué hay en la de quien tiene los muros blancos?
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