Lo utilizo poco, pero me gusta tenerlo ahí.
Llevaba años asistiendo a una reunión en la que uno de los integrantes no hacía sino provocar con su mal rollo. Hubo un día en el que se me fue la olla, noté que perdía el control. Lo mandé callar a voz en grito y mis compañeros se quedaron de piedra. Yo, el más prudente de la fábrica, había patinado. Noté el corazón a cien y pedí disculpas.
Son contadas las ocasiones en las que he perdido los papeles, pero los he perdido.
Esos momentos en los que, según Fran, sacó el 'tablao' portátil, lo tiro al suelo y me pego un 'zapateao' a la salud de los presentes.
Tal vez sea la consecuencia de ser tan contenido, de tratar de ser siempre amable y considerado, que llega un día en que me tocan las palmas y tiro el 'tablao' al suelo.
—Ahí está mi Farruquito —diría Fran.
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