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viernes, febrero 11, 2022

Luka

A nuestra cócker la bautizamos Luka por la canción de Suzanne Vega.

Era mi época universitaria en casa de mi padres. Ésa que se suele idealizar pero a la que no puedes hacerle un zoom sin admitir los desgarros emocionales que conllevaba nacer al mundo de los maduros.

Yo era justo el reverso de lo que soy hoy. Desorientado, inseguro, tímido, acomplejado en un cóctel al que había que añadir orfandad y una homosexualidad de la que jamás, me decía, se enteraría nadie.

Nada era natural en mí por entonces. Hacía esfuerzos para quedar con amigos que sólo hablaban de chicas, me arriesgaba a entrar en sitios malditos por esa época, me emborrachaba como un pelele para ponerme a tono de lo que se suponía que uno tenía que hacer.

Llegaba a casa dando tumbos, tropezando con todo, solo como la una. Encendía la tele, le quitaba el sonido y veía en bucle programas en los que te vendían máquinas para cortar patatas.

Entonces aparecía Luka, muerta de sueño, y se lanzaba a mi regazo. Abierta de piernas dejaba que yo le tocara la barriguilla mientras se quedaba de nuevo dormida, haciendo por abrir los ojos de vez en cuando para comprobar que su joven borrachillo seguía ahí.

Eran todas las caricias que supe dar durante todos los años en los que fui tremendamente infeliz.

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