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jueves, febrero 24, 2022

Vanidades

Al haber organizado el viaje sin apenas tiempo, la agencia de viajes sólo pudo conseguirme ayer un billete en el vagón 'Confort' del AVE.

Toda una experiencia.

Viajar en ese primer coche del tren de alta velocidad es introducirte en la hoguera de las vanidades, con riesgo alto de salir escaldado, cuanto menos horrorizado.

No puede haber más tontería por metro cuadrado. Ejecutivos maqueados que se hablan entre sí con ínfulas de salvadores del mundo y que ejercen un constante postureo en el que se llevan horas hablando sin decirse nada. Todos descuelgan varias veces el teléfono para hablar de acciones, de agendas apretadas, de congresos, seminarios, comités de dirección y compromisos de altos vuelos.

Lo importante no es quien está al otro lado de la línea, si es que alguien, lo importante es que se entere el del asiento de al lado.

Tras de mí había una pareja, compañeros de empresa, que se llevaron todo el trayecto hablando de trabajo, en voz bien alta, sin darse cuenta de lo ridículo que llegaban a sonar. Al menos a mí, porque quizás el resto del vagón tiene ese mismo lenguaje ampuloso de gritar frases sin contenido.

-A nivel 'people', ¿qué podemos hacer? -planteaba ella.

-Yo sí sé de que manera me gustaría hacer el 'approach' -aclaraba él.

-Pues tienes que darme esos 'inputs' -reclamaba ella.

La pena es que este país que tanto queremos está dirigido, en gran parte, por élites económicas que están a años-luz de la realidad de las cosas, introducidos en sus burbujas ideales en las que lo más importante es aparentar que la vida es 'amazing', narcotizados por su propio cuento de hadas.

Qué bonito sería que lo admirable fuera el saber y no el poseer.

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