—En la planta menos dos, señor.
Al bajar la rampa un hombre uniformado me miró, tomó una muleta, rodeó el coche y la barrera se abrió. No me pareció verlo cojear.
No le di más importancia hasta que al día siguiente, al volver de trabajar, otro uniformado diferente se acercó, cogió otra muleta, y rodeó el coche.
Al abrirse la barrera pensé, ¿qué me estoy perdiendo?
En cuanto llegué a Sevilla, Fran me lo explicó.
—Será un artilugio con un espejo en el extremo para mirar los bajos del coche.
Y se queda tan pancho. ¿Tendría un espejito esa muleta?
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