Cuando este verano contemplaba las pavorosas imágenes de los incendios y escuchaba a los aldeanos lamentar su suerte, comprendía cómo ellos sí son tierra, agua, sí son viento, sí son esos árboles quemados. Sus arrugas lo dicen: llevan en sus miradas el peso del mundo real.
Sin decorados que lo oculten.
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