Mis añorados diez días del pasado otoño en Roma me vienen a la cabeza estos días en que los cardenales llenan los telediarios.
Allí fui tan feliz como yo sé ser cuando me dejo llevar por mi curiosidad, mis piernas y mi apetito.
La pasta en Roma también es religión y una religión sencilla, de pocos ingredientes: el queso pecorino, la pimienta y el bacon como base. Si le añades huevo, tienes la carbonara; si le pones salsa de tomate, tienes la amatriciana.
Estos días hasta dos veces he pedido esta última, mi favorita, en restaurantes de Portugal y en las dos ocasiones tenían cebolla.
La cebolla a la pasta romana es como el diablo al Papa.
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