Sin haber comido nada, pedí que me llevaran un sándwich y un par de cervezas a la habitación del hotel. Cervezas que me sentaron de maravilla, y tras lo que pude dormir a pierna suelta unas horas, con ese puntito del alcohol que se hace mucho más potente cuando estás agotado.
Al día siguiente, tras terminar de trabajar, pedí otra al llegar al hotel.
—No sabía que sirvieran cerveza en Irán.
El camarero me respondió que era sin alcohol.
—Pero ayer me tomé una que sí lo tenía —le comenté.
—Imposible, caballero. Está prohibido por ley.
Total, fue un colocón psicológico.
Ahora he descubierto en Portugal un vino riquísimo 0,0. Me preparo unos tintos de verano buenísimos sin pecar. Todo es ponerse. El puntillo me lo fabrico yo, a lo iraní.
No hay comentarios:
Publicar un comentario