Me atravesó el alma esa llamada de auxilio de quien estaba a punto de fallecer, buscando, como un crío, volver a los brazos de su madre.
Pedí, sin pedirlo, que mi abuela estuviera al otro lado para consolar a su niño.
En ese momento asumí que algún día yo también daré ese grito animal de vuelta al vientre de quien me dio la vida, aunque ella no sea ya sino el más absoluto de los agujeros negros.
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