Si analizo las escasísimas veces en las que Fran y yo nos hemos enfadado, seriamente, en más de veinte años, el uno con el otro, han tenido su origen siempre en la consideración de falta de respeto por parte de uno de los dos, sensación real que quizás no viniese, tal vez sí, de un acto de mala intención por parte del otro.
Es fundamental, para que una pareja funcione, que no se permitan trasvasar determinadas fronteras. Por mucho amor que exista, si esa barrera del absoluto respeto se atraviesa una vez y no hay reacción de la otra parte, volverá a cruzarse más veces y cada vez se llegará más lejos.
Si uno se siente ofendido, aunque el otro no lo vea ni lo entienda, debe escucharlo, porque ha tocado un punto de dolor al que no debe volver a recurrir.
El amor asienta sus bases en el respeto y la admiración.
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