Hay una ciudad preciosa del Algarve portugués a la que me resisto a ir cada vez que Fran me lo propone, Albufeira.
Pese a su ubicación privilegiada, las calles encaladas y su playa de arena fina, integrada en la trama urbana, esta localidad se ha convertido en una franquicia de lo británico.
Toda la cartelería en inglés, pubs transmitiendo fútbol de la Premier, grupos de borrachos venidos en tropel desde Londres, comida propia de otros territorios donde lo que predomina es la hamburguesa, los fish & chips y las patatas fritas.
No hace mucho leí un artículo de un rotativo londinense que pedía que en España no dieran de cenar a las siete para los turistas. 'Cuando vamos a España, queremos ir a España y sentirnos en España'.
La portuguesa Albufeira, como tantas otras españolas, ha preferido prostituirse y plantar un decorado falso para hacer dinero fácil.
Con lo bonito que es viajar para no encontrarse con lo que ya tienes en casa.
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