Las personas no son como nosotros pensamos que deberían ser y ahí radica parte de nuestras frustraciones con ellas, que no nos damos tiempo a conocerlas e, inconscientemente, les pedimos que actúen como nosostros vemos lógico actuar.
Pero ellas no son nosotros y de ahí viene el desengaño muchas veces, por reflejar en los demás nuestras expectativas, que no son propias a esa persona.
Porque somos detallistas, pensamos que los demás lo serán, porque nos consideramos sociables damos por descontado que los otros saben socializar. Cuando eso no llega, nos frustramos, pero tal vez la culpa no está en ellos, sino en nosotros, por no habernos dado el tiempo de conocerlas, por pedirles que sean como no son, por juzgarlas con los ojos con los que nos juzgamos a nosotros mismos.
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