Teníamos el nombre de la calle y no fui difícil encontrarla. Era un mediodía caluroso de finales de primavera. Ella no pudo hacernos más fiesta.
—Pero ¡qué alegría!
Nos colocó en un lugar privilegiado, nos preparó unos cócteles y se afanó en contarnos lo que había sido de ella en los últimos años desde que se fue de Sevilla.
—¿Y cómo te va en el trabajo? —le preguntó Fran.
—¿Qué trabajo, Fran? Yo no estoy trabajando...
—Y esto, entonces, ¿qué es?
—Ah, ¡el bar!, es que estoy aquí tan bien...
Que no lo consideraba trabajo.
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