Una mujer, que ya estaba dentro, sola, que no pudo anticipar mi llegada, ni me vio entrar, lanzó una frase a través de su teléfono.
—Acabo de llegar a Málaga, cariño.
Entonces, para su horror, giró la cabeza y me vio. Nos cruzamos la mirada y ella, una mujer hermosa en los 40, estuvo a punto de darme una explicación, como si yo tuviera derecho a meterme en su vida, pero, en cambio, miró al suelo y se calló.
Si yo hubiera sido el protagonista de alguna de mis novelas habría encontrado la forma de entablar una conversación, pero soy el escritor que las escribe y no tuve el valor de decirle que yo también he contado más de una vez que estoy donde no estoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario