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jueves, noviembre 12, 2020

Sugestión

¡Cuántas veces no somos víctimas de nuestra propia imaginación!

No recibimos la llamada que esperamos e inmediatamente se nos desatan resortes para explicarnos las causas. Una lleva a la otra, nos radiografiamos en unos minutos, visualizamos los porqués, las sombras, las deudas pendientes, los agravios pasados y conseguimos que nuestro ánimo se vaya a los suelos por pura sugestión el tiempo preciso hasta que la llamada llega y todo vuelve a su cauce.

Somos, por lo general, poco capaces de asumir escenarios extraños. La mente se recrea en volar alto, y a lo loco, cuando lo esperable se hace de rogar, los días en que alguien de habitual amable nos tuerce mínimamente el gesto.

Como lecheras del cuento, vamos presagiando futuras escenas equivocadas a partir de pistas endebles.

Tal vez sea que la felicidad la dé la certidumbre, el escuchar la llave de la puerta cuando corresponde, el recibir el mensaje de amor a la hora de siempre; necesitamos el gracias habitual del jefe, que nuestros amigos se dejen ver con la frecuencia de siempre.

Una tos rara, una tristeza súbita, la mirada atravesada de un vecino, un despiste impropio, lecturas que no nos llegan al alma, emociones que se desatan, un olor que nos desborda, alguien querido que no responde a nuestro mensaje... y la máquina de programar fantasmas comienza a fabricar escenarios de los que somos los únicos protagonistas.

Sugestionamos nuestro futuro al albur de vientos imprevistos que aparecen porque sí.

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